Thursday, September 28, 2006

Endurecimiento migratorio

Mientras en la ciudad de México el embajador estadounidense y el canciller mexicano intercambian declaraciones en las que el segundo se queja de inconsistencia, como si fuera imposible aceptar dos realidades contradictorias pero ciertas, en Washington avanzan como la humedad las medidas tendientes a endurecer la política migratoria.
Ciertamente, el diferendo declarativo no tiene sentido pues el gobierno estadounidense sólo pone en palabras dos verdades contundentes: por un lado, México ha mejorado su capacidad de captura de droga y narcotraficantes; por el otro, estamos entre los principales productores de precursores químicos, indispensables en el procesamiento de determinadas drogas. En cambio, el endurecimiento migratorio de Estados Unidos, también cierto por desgracia, pasa hoy por una escalada que, de consolidarse, dañará de tal modo la relación bilateral que Felipe Calderón tendrá muy poco que esperar de los dos últimos años del gobierno de Bush.
Es claro que en este momento lo electoral permea toda la vida política estadounidense, dados los comicios de noviembre para renovar la totalidad de la Cámara baja y un tercio del Senado. Pero en su empeño por mantener la mayoría en el Congreso, los diputados republicanos aprobaron la construcción de más de mil kilómetros de muro entre México y Estados Unidos y de mil 800 torres de vigilancia provistas de cámaras, sensores y rastreadores capaces de detectar movimientos en siete kilómetros.
Aunque se alega que esas medidas de endurecimiento migratorio están dirigidas no sólo a proteger la frontera estadounidense con México sino también con Canadá, o que difícilmente podrán llevarse a cabo aun si llegaran a aprobarse en el Senado debido a dificultades presupuestarias, es vergonzoso ver que en nuestra frontera común aparezcan los fantasmas del Muro de Berlín, de campos de concentración o cárceles terriblemente sofisticadas, elementos muy distantes del tipo de relación que se espera entre vecinos, amigos y socios.
En Washington se habla de que existe la posibilidad de que, aun aprobándose la ley, las estrecheces financieras pudieran reducirla a un mero "proyecto piloto" que implicaría la construcción de "sólo" 28 kilómetros de muralla y dos torres de vigilancia. Sin embargo, esto no cambiaría el carácter francamente inamistoso de la medida; no es la cantidad de barreras, sino la calidad de la relación bilateral lo que está en juego.
¿De qué depende lo anterior? Básicamente de cómo voten los senadores republicanos. Si bien en teoría, la mayoría estaría por el endurecimiento migratorio, las cifras no son definitivas. Por un lado, algunos de los que estarían a favor temen que votar así implicará enterrar el acuerdo bipartidista al que se habría llegado hace algunos meses, que planteaba una reforma migratoria integral. Les preocupa también el costo no sólo financiero sino político pues podrían perder electores, sobre todo entre quienes se han manifestado masivamente en pro de una reforma integral. Por el otro, no puede ignorarse el peso de los legisladores más recalcitrantes, más conservadores y más activistas que se encuentran en distritos clave, mismos que intentan preservar, votando a favor del endurecimiento.
Resulta casi paradójico que al lanzar su agenda de política exterior, Fox haya puesto el dedo en la llaga señalando no sólo que Estados Unidos acapararía gran parte del trabajo diplomático sino que éste se centraría en la cuestión migratoria, fundamental para la vida y seguridad de nuestros compatriotas, pero haya dejado de lado el hecho conocido de que la política migratoria estadounidense se decide en el Congreso. Al hablar y acordar acerca de esta materia con su amigo Bush, Fox se equivocaba de interlocutor. Y quienes tenían la obligación de orientarlo simplemente no lo hicieron, por ignorancia o simple irresponsabilidad. Pese a las múltiples reuniones entre parlamentarios de uno y otro lado, el Ejecutivo mexicano estuvo ausente donde tenía que estar presente. En todo caso, el resultado es el mismo: la reforma migratoria es una asignatura pendiente y, dada la práctica estadounidense de que al finalizar una legislatura se da por terminada su agenda, parece que tendremos que empezar de nuevo.
Ojalá en el futuro Ejecutivo y Legislativo actúen coordinadamente a fin de que cuando se reabra el debate migratorio en Estados Unidos, México hable no sólo con una voz sino con quien se debe y como se debe.
Editorial publicada en el Universal el 28 de Septiembre del 2006 por Rosario Green

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